Nuestra Señora de París de Victor Hugo
Hasta tal extremo era así que, para quienes saben que Quasimodo ha existido, la catedral se encuentra hoy desierta, inanimada, muerta. Se percibe que algo ha desaparecido. Ese enorme cuerpo está vacío, es un esqueleto; su espíritu lo ha abandonado y lo que vemos es el hueco y nada más. Es como una calavera en donde se ven las cuencas de los ojos pero sin mirada.
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