Todo fluye de Vasili Grossman
-Amigo mío, amigo mío, no solo para vosotros, en los campos, la vida ha sido difícil; también lo ha sido para nosotros. -¡Dios me libre! -se apresuró a decir Iván Grigórievich-, no te juzgo, ni a ti ni a nadie. ¿Qué clase de juez sería yo? Pero ¿qué te has pensado? Al contrario... -No, no, no me refería a eso -diko Nikolái Andéyevich-. Quería hablarte de lo importante que es, en medio de las contradicciones, de la niebla, del polvo, no estar ciegos, ver la inmensidad de nuestro camino, porque si te ciegas puedes volverte loco. Iván Grigórievich respondió con aire de culpabilidad: -Sí, ya ves, esa es mi desgracia; está claro que soy yo el que confunde la vista con la ceguera. |