Los ingrávidos de Valeria Luiselli
La ceguera, como los castigos y las cataratas, vienen desde arriba, sin un propósito o sentido determinable; y se acepta con la modesta resignación de un cuerpo de agua atrapado en una cuenca, perpetuamente alimentado por más de sí mismo, y finalmente reemplazado por su propia materia enferma.
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