Desierto sonoro de Valeria Luiselli
Creo que poco antes de salir de viaje empezamos a permito que las voces de nuestros hijos ocuparan nuestro silencio.
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Desierto sonoro de Valeria Luiselli
Creo que poco antes de salir de viaje empezamos a permito que las voces de nuestros hijos ocuparan nuestro silencio.
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Los ingrávidos de Valeria Luiselli
Por supuesto que hay muchas muertes a lo largo de la vida. La mayoría de las personas no se dan cuenta. Creen que se mueren una vez y ya. Pero basta con poner un poco de atención para darse cuenta de que una va y se muere a cada rato.
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Desierto sonoro de Valeria Luiselli
Todo este país, dijo papá, es un enorme cementerio, pero sólo a algunas personas les tocan tumbas como dios manda, porque la mayoría de las vidas no importan. La mayoría de las vidas son borradas, se pierden en el torbellino de basura que llamamos historia, dijo.
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Desierto sonoro de Valeria Luiselli
Solo tienes que encontrar tu propia forma de entender el espacio, para que el resto de nosotros nos sintamos menos perdidos en el tiempo.
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Desierto sonoro de Valeria Luiselli
Supongo que todas las historias comienzan y terminan con un desplazamiento: que todas las historias son en el fondo una historia de traslado. [...] Todo el mundo se va, si necesita irse, o puede irse, o tiene que irse.
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Desierto sonoro de Valeria Luiselli
Durante un tiempo seguimos recogiendo objetos encontrados en más calles, hasta que un día escuchamos en la radio que había una plaga de chinches en la ciudad, así que dejamos de pepenar cosas, renunciamos a la redistribución de la riqueza, y llegó el invierno, y después la primavera.
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Los niños perdidos de Valeria Luiselli
Si, por ejemplo, estos niños fueran de un color más claro, si fueran de "mejores" nacionalidades y genealogías más "puras". ¿Los tratarían más como personas? ¿Más como niños?
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Los ingrávidos de Valeria Luiselli
A los fantasmas no los veo ni tampoco distingo muy bien a los tres felinos, pero en mi mundo de sombras blancas soy un estorbo más con el que tropiezo todos los días - como el escritorio, el reposet donde antes leía, como las puertas entreabiertas.
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Los ingrávidos de Valeria Luiselli
No tanto el tedio (eso hubiera sido seguir veinte años a su lado y terminar durmiendo en otra cama). No tanto el desprecio (el tamaño insuficiente de sus manos, la temperatura inofensiva de su cuerpo dormido, el sabor de su sexo). Sino el odio. Romper al otro, quebrarlo emocionalmente una y otra vez. Dejarse romper. Escribir esto es vulgar. Pero la realidad lo es aún más.
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Los ingrávidos de Valeria Luiselli
La ceguera, como los castigos y las cataratas, vienen desde arriba, sin un propósito o sentido determinable; y se acepta con la modesta resignación de un cuerpo de agua atrapado en una cuenca, perpetuamente alimentado por más de sí mismo, y finalmente reemplazado por su propia materia enferma.
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Los ingrávidos de Valeria Luiselli
El único remedio, la única manera de salvar todos los planos de la historia es cerrar una cortina y alzar otra: bajar una persiana, para poder desabrocharse la blusa; describir una historia en un archivo y urdir una trama distinta en otro.
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Desierto sonoro de Valeria Luiselli
Lo único que los padres pueden darle realmente a los hijos son los pequeños saberes: así es como te cortas las uñas, esta es la temperatura de un verdadero abrazo, así es como se desenreda el pelo, así es como te amo. Y lo que los hijos pueden darle a los padres es algo menos tangible, pero a la vez más grande y duradero, algo así como el impulso para aceptar la vida plenamente y comprenderla para ellos y tratar de explicársela [...].
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Desierto sonoro de Valeria Luiselli
La historia que tengo que contar no es la de los niños perdidos que sí llegan, aquellos que finalmente alcanzan sus destinos y pueden contar su propia historia. [...], la historia que tengo que contar es la de los niños que no llegan, aquellos cuyas voces han dejado de oírse porque están, tal vez irremediablemente, perdidos. Tal vez yo también voy a la búsqueda de ecos y fantasmas. [...] si lo que quiero es encontrar algo, a alguien, si lo que quiero es contar su historia, tengo que empezar a buscar en otro lado.
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Desierto sonoro de Valeria Luiselli
La infelicidad crece lentamente. Merodea en tu interior, en silencio, de manera subrepticia. La alimentas, le das de comer pedazos de ti misma todos los días -es el perro encerrado en el patio trasero que te arrancaría la mano de una mordida si le dieras la oportunidad-. La infelicidad se toma su tiempo, pero tarde o temprano se apodera de ti por completo.
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Desierto sonoro de Valeria Luiselli
Supongo que mi marido y yo simplemente no estábamos listos para la segunda parte de nuestra relación, la parte de vivir la vida previamente construida. [...] Creo que cometimos -o tal vez solo yo cometí- el error tan común de pensar que nuestro matrimonio era una comunión absoluta, una disolución de todas las fronteras, en lugar de entenderlo, sencillamente como un pacto entre dos personas dispuestas a proteger la soledad del otro, como bien prescribió hace tiempo Rilke o algún otro espíritu ecuánime, sabio y alemán.
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Desierto sonoro de Valeria Luiselli
Nuestras madres nos enseñan a hablar, y el mundo nos enseña a callarnos la boca.
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Desierto sonoro de Valeria Luiselli
Nunca está del todo claro qué convierte un espacio en un hogar, o un proyecto de vida en una vida.
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Desierto sonoro de Valeria Luiselli
O tal vez las familias nuevas, como las naciones jóvenes después de una violenta guerra de independencia o una revolución, necesitan anclar sus comienzos en un momento simbólico y fijar ese instante en el tiempo. Esa noche fue nuestra fundación: fue la noche en que nuestro caos se convirtió en cosmos.
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Gregorio Samsa es un ...