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La ciudad prometida de Valentina Scerbani
De una manera u otra, al principio absorbes el dolor lentamente; después, con una sed enfermiza y vampírica, lo cabalgas con habilidad y timidez, incluso aunque te envuelvas con todo el pasado, que a veces te pincha. Permaneces desnudo y febril hasta que llegan los días que te estrujan, languideces y te conviertes en un feliz disimulado.
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