El relato de Ursula K. Le Guin
Para un gobierno que había declarado que serían libres de tradiciones, costumbres, e historias, todos los hábitos, los modos, las maneras, las ideas y las devociones de antaño eran fuentes de pestilencia, cadáveres putrefactos que debían ser enterrados o incinerados. La escritura que los había conservado debía ser eliminada.
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