La Lectora de Traci Chee
Érase una vez una ballena inmensa, tan grande como un reino insular, y tan negra como la misma noche. Cada día, la ballena nadaba a través de los mares y se elevaba al atardecer con un enorme salto hacia el cielo llevando miles de gotas de agua prendidas a su piel. Durante toda la noche nadaba a través del firmamento y, cuando llegaba el amanecer, la ballena se lanzaba al mar de nuevo para repetir el ciclo: en el agua durante el día, en el cielo durante la noche.
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