Los renglones torcidos de Dios de Torcuato Luca de Tena
Procuro sobreponerse. La enfermera la contemplaba como dudando si ha llegado la hora de charla al “Saco” a ella también. Alicia lo entendió así y, por evitarlo, salió al exterior, a que le diera el aire y la lluvia le mojase la cara. Así podría llorar a gusto y nadie notaría sus lágrimas.
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