Los renglones torcidos de Dios de Torcuato Luca de Tena
No te preocupes por ellos —le decía a Dios— por… por… porque… todos son equi… equi… ¡eso es!, equivocaciones tuyas. Son los ren… renglones torci… torcidos, de cuando apren… apren… ¡eso es!… aprendiste a escribir. ¡Los pobres locos —continuó ahogado por los sollozos— son tus fal… faltas de ortoorto… ortografía!».
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