El color de la magia de Terry Pratchett
Un doble arco iris empezaba a aparecer. Cerca del inicio de la Catarata Periférica estaban los siete colores menores, que chispeaban y bailaban entre la espuma de los mares moribundos. Pero palidecían en comparación con la franja más ancha que flotaba tras ellos, sin dignarse a compartir el mismo espectro. Era el Color Rey, del cual todos los colores menores eran simples reflejos parciales e insulsos. Era el octarino, el color de la magia. Estaba vivo, brillante y vibrante. Y era, sin discusiones, el pigmento de la imaginación: porque, allí donde aparecía, indicaba que la simple materia estaba al servicio de los poderes de la mente mágica. Era la esencia misma del encantamiento. Pero a Rincewind siempre le parecía una especie de púrpura verdoso. |