El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes de Tatiana Tibuleac
Incluso así, de todos los recuerdos-preciosos que llevo invariablemente conmigo a la espera de que un buen día —después de escapar de este borrador de vida que llevo ahora— se conviertan de nuevo en realidad, solo uno es el corazón. Solo uno tiene el poder de disolver lo negro, el moho y la desesperación. El girasol. |