En llamas de Suzanne Collins
-Sin embargo, me parece que si conocía a Rue, y ella siempre estará conmigo. Todas las cosas bellas me la recuerdan. La veo en las flores amarillas que crecen en la pradera, junto a mi casa. La veo en los sinsajos que cantan en los árboles. Y, sobre todo, la veo en mi hermana, Prim. -No me fío mucho de mi voz, pero casi he terminado-. Gracias por vuestros hijos -digo, y levanto la barbilla para dirigirme a la multitud-. Y gracias a todos por el pan. Me quedo donde estoy, sintiéndome rota y pequeña, con miles de ojos clavados en mí. Después de una larga pausa, alguien entre la multitud silba la melodía de cuatro notas de Rue, la que repitieron los sinsajos, la que marcaba el final del día de trabajo en los huertos, la que en la arena significaba que estábamos a salvo. |