La sombra de nosotros de Susana Quirós Lagares
¿Pero a quién le apetecía sonreír a las cuatro de la mañana? En serio, ¿a quién? P incluso charlar. ¿Es que una no podía encontrar a un camarero sucio y desagradable que gruñese en vez de hablar y simplemente le cobrase un maldito café? |