El violonchelista de Sarajevo de Steven Galloway
El violonchelista abre los ojos. La tristeza que ella había advertido en su rostro ha desaparecido; no sabe adónde ha ido. Él alza un brazo y su mano izquierda sujeta el mástil del violonchelo, la derecha dirige el arco hacia la escotadura. Es lo más hermoso que ha visto en la vida. Cuando las primeras notas brotan, son, para ella, inaudibles. El sonido se ha desvanecido del mundo.
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