La sangre manda de Stephen King
A menudo se acordaba de una anécdota -probablemente apócrifa- que había leído sobre James Joyce. Un amigo de este entró en casa del famoso escritor y lo encontró sentado a su mesa con la cabeza entre los brazos, la viva imagen de la desesperacion. Cuando el amigo preguntó a Joyce qué le pasaba, este respondió que sólo había conseguido escribir siete palabras en toda la mañana. "Ah, pero eso para tí esta bien, James", dijo el amigo. A lo que Joyce contestó "Puede ser, pero ¡no se en que orden han de ir!
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