Alma de luz de Sophie Jordan
Por otro lado, en Will no hay nada sencillo. Vuelvo a pensar en lo que puede hacer —doblegar la tierra, resistir el efecto de los ocultadores, su inmensa fuerza—, y me parece manifiestamente inexacto considerarlo humano. Sin embargo, tampoco puedo pensar en él como en un draki. Y eso me resulta muy triste. Will no pertenece a ningún lugar, a ningún mundo: ni al de los humanos ni al de los drakis. «Pero me pertenece a mí», me digo, y esa convicción sigue ahí, tan insensata y peligrosa como siempre, introduciéndose en mis huesos y mi corazón. Es un hecho que no cambiaría ni aunque pudiese. |