Siempre hemos vivido en el castillo de Shirley Jackson
Cuando era pequeña, pensaba que Constance era una princesa de un cuento de hadas. Yo siempre estaba intentando dibujarla, con una larga cabellera dorada y unos ojos tan azules como me permitía el lápiz de colores, y una mancha rosa y brillante en cada mejilla; los dibujos siempre me sorprendían, porque realmente se parecía; incluso en las peores épocas era rosa y blanca y dorada, y parecía que nada pudiera ofuscar su resplandor. Era la persona más importante de mi mundo, siempre lo había sido.
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