Zhadan construye un mundo en fuga, fantasmal, y a veces incluso delirante, de carreteras desiertas -a la manera de Cormac McCarthy-, acotado por la sobrecogedora visión de los extensos maizales que se pierden en el horizonte, donde Herman acabará comprendiendo que es precisamente ese lugar, y ningún otro, el que puede darle sentido a su vida.
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