Nunca juzgues a una dama por su apariencia de Sarah MacLean
—Hui de ti—dijo de tirón, con voz triste—, porque si no lo hacía, hubiera acabado corriendo desesperadamente hacia ti. Y eso no puede ocurrir.
|
Nunca juzgues a una dama por su apariencia de Sarah MacLean
—Hui de ti—dijo de tirón, con voz triste—, porque si no lo hacía, hubiera acabado corriendo desesperadamente hacia ti. Y eso no puede ocurrir.
|