La antártida del amor de Sara Stridsberg
… aparecemos de la nada y no vamos camino de ninguna parte en concreto. (…) Y si una de nosotras desaparece de pronto, viene otra. Es un espacio que siempre está en funcionamiento, está abierto para cualquiera. En él se permite todo y nosotras siempre estamos ahí. No esperamos nada, no tenemos nada, estamos allí, sin más, pueden hacer lo que quieran con nosotras. Como sombras surgíamos en la luz lluviosa de una farola. De los orificios de nuestro cuerpo manaba una especie de perdón o de consuelo, a veces sentía que venían a buscarnos para llorar. Y luego desaparecíamos en la misma noche de la que habíamos venido. Era como si aterrizáramos en el mundo en el instante en que nos veían. Una vez que han vertido sus residuos en nosotras, quieren que desaparezcamos, los oscuros orificios de nuestro cuerpo, nuestros ojos vueltos, y resulta que eso es lo que hacemos, desaparecemos y dejamos de estar ahí. Es como confesarse, pero sin Dios.
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