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Beckomberga. Oda a mi familia de Sara Stridsberg
"Al final nos sentamos Lone y yo en el sofá cada uno con su libro, dos volutas de humo monótonas ascendían hacia el techo. El libro que yo tenía en la mano parecía un ataúd, había soñado con escribir, había soñado con tocar el piano, pero ya todos los sueños estaban muertos. Iba al trabajo por las mañanas con un abrigo gris y un maletin gris como hacían cada mañana otros cientos de miles de hombres en la ciudad. Al atardecer volvía a subir la pendiente hasta Kammakargatan y me sentaba con Lone en el sofá. Mirábamos los árboles, y yo tenía todo el tiempo la sensación de que mis órganos estuvieran diseminados por la ciudad. Pulmones, riñones, hígado, bilis y corazón, de que eran una presa fácil para las ratas y las aves de la ciudad."
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