Cómo maté a mi padre de Sara Jaramillo Klinkert
Los mejores consejos, además de las plantas, nos los dieron siempre el sol, el agua y la literatura. (...) Queríamos ser árboles: así de calladas, así de quietas. Ser ramas para que el viento fuera lo único que nos sacudiera. Y no tener que preocuparnos nada más que por la intensidad de las lluvias. Pero cuando pasaba el sopor tibio del final de la mañana, abríamos otra vez los ojos y nos dábamos cuenta de que nada había cambiado, de que seguíamos siendo las mismas. Dos mujeres intentando ser fuertes. Dos solitarias ingiriendo su dosis de realidad a tragos minúsculos para que no sentara tan mal. |