Cómo maté a mi padre de Sara Jaramillo Klinkert
No era un hombre de silencios, mi padre, todo lo contrario, se sabía todas las palabras del mundo y, cuando no le alcanzaban, se inventaba las suyas propias. Hablar con él era toda una experiencia, le parecía a uno que el mundo se iba inventando a medida que nombraba las cosas. Mencionaba lugares que no aparecían en los mapas y esos lugares se nos plantaban en la mente con la misma firmeza que si hubiéramos pasado allí las vacaciones.
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