Cómo maté a mi padre de Sara Jaramillo Klinkert
Cuando pienso en ese árbol de frutas con formas extrañas, me pregunto si sus cenizas sabrán que ya son libres, me pregunto si desplomarse fue su forma de encontrar la libertad. Y aunque no tengo respuestas y sienta a ratos un sabor amargo en la boca, siempre quedarán las manos callosas de mi madre para seguir haciando jaleas y bocadillos, como cuando éramos niños y crecíamos felices a la sombra de ese árbol gigante de guayabas, que una vez vivió en el patio de la casa y se desplomó antes de tiempo para enseñarnos que ni las raíces más profundas ni la madera más gruesa permanece firme para siempre.
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