En los últimos tiempos, en Estados Unidos -al igual que pasa en otras partes del mundo-, se está viviendo un auge del racismo y el odio a las minorías. Para combatirlo, la cultura se está llenando de evocaciones de tiempos anteriores en los que fue posible superar las diferencias raciales, aunque fuera a pequeña escala. Para comprobarlo, basta con mirar a la última ceremonia de los Oscar, donde había dos películas que abordaban esta temática: Green Book e Infiltrado en el Ku Klux Klan. La primera, que fue la gran ganadora aquella noche, se basa en la relación de amistad que acabaron formando un músico negro con su chófer blanco a lo largo de un viaje de trabajo por el Sur de los Estados Unidos. Con la segunda -merecedora del Oscar al Mejor Guion Adaptado- Spike Lee llevaba al cine la ópera prima de Ron Stallworth. Con ella el ahora escritor y antaño agente del Departamento de Policía de Colorado Spring nos lleva a uno de los casos más increíbles y desternillantes vividos en su carrera. Todo empezó en octubre de 1978 con un anuncio clasificado aparecido en un periódico local que decía: “Ku Klux Klan. Contactar apartado de Correos 4771 Security, Colorado, 80230”. Como toda persona con dos dedos de frente, Ron Stallworth pensó que aquello tenía que tratarse de una broma. Sin embargo, decidió contestar por si acaso. Al cabo de unas semanas, descubrió que no. No era ninguna broma. Los supremacistas tenían las neuronas justas como para pasar el día, así que les pareció buena idea poner ese anuncio en la gaceta local para captar nuevos socios y después llamar por teléfono a las personas que respondieron. Y ese fue el inicio de la infiltración de este policía en la banda terrorista. Hasta aquí podría parecer todo medianamente normal, pero es que no hemos contado quién era Ron Stallworth. Bueno, pues era el ¡Primer agente negro del Departamento de Colorado Spring! Sí, fueron tan imbéciles como para aceptar como socio a una persona que en principio odiaban. Y no solo eso, es que encima, como obviamente, por el color de su piel, Stallworth solo podía relacionarse con el Klan por teléfono, buscaron a un agente blanco para los encuentros cara a cara. ¿Y a quién pusieron? ¡A un judío! Es decir, a otro de los colectivos más odiados por estos botarates. El resto del libro relata con un estilo ágil y lenguaje sencillo el resto de aquella infiltración, bastante divertida. Una comicidad que nace de ver cómo los defensores de la ley se la daban con queso una y otra vez a los miembros del Klan. Al leerlo la frase que más se repite en la cabeza es: “no puede ser verdad que fueran tan rematadamente tontos”. Sin embargo, al aproximarse a los últimos capítulos, uno se entera de hasta qué esferas llegaron estos tipos y es en ese momento cuando la risa se congela. Pero como siempre quedará París, uno puede reconfortarse con una de las frases que abren el libro: “Si un hombre negro, ayudado por un grupo de blancos y judíos decentes, comprometidos, abiertos y liberales puede conseguir imponerse sobre un grupo de racistas blancos, haciéndoles parecer como los necios ignorantes que realmente son, imaginen lo que podría conseguir una nación de individuos con ideas afines”. Por último, solo me queda decir que el libro en papel va acompañado de diversas fotos que han eliminado en el ebook -y no sé si no habrán eliminado más contenido-. Yo lo he leído en ebook y después de haber tenido un original en mis manos no me ha quedado buen sabor de boca. De ahí -y también de que en ocasiones me parece que hay demasiados datos y me he perdido un poco- le pongo cuatro estrellas en vez de cinco. Pero en general me parece que merece la pena leer la historia. + Leer más |