Aprendiz de asesino de Robin Hobb
Pero mis ansias de encumbramiento, mi afán de demostrar sin sombra de duda mi derecho a aquella magia real, me habían predispuesto a aceptar cualquier majadería que él tuviera a bien ofrecerme. Algo chascó en mi interior, como si de repente hubiera encajado en su sitio la pieza fundamental de un rompecabezas de madera. Me habían sobornado con ofertas de conocimiento igual que podrían haber sobornado a otro con promesas de oro.
|