Las preferidas de entre mis muertes de Robert Shearman
Era consciente de que cada día se miraría en ese espejo al lavarse, que nunca podría olvidar que estaba muerto, que sólo era carne suspendida en un marco, y que su carne se estaba pudriendo enmarcada. Por eso el infierno venía equipado con un lavabos. No por el lavabo, sino por el espejo.
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