Sangre turbia de Robert Galbraith
El lento deterioro de Joan era una experiencia muy distinta a la de otras muertes que Strike había conocido, casi ninguna de ellas producida por causas naturales. Primero como soldado, y después como detective, había aprendido a asimilar sin previo aviso la extinción repentina y brutal de un ser humano, a aceptar el inesperado vacío que quedaba donde antes había palpitado un alma. La lenta capitulación de Joan ante un enemigo que estaba dentro de su cuerpo era algo nuevo para él. Una pequeña parte de Strike, de la que se avergonzaba, quería que todo terminase de una vez para que comenzase el duelo real, y mientras el tren lo llevaba hacia el este, se sintió impaciente por llegar al refugio temporal que le ofrecía su ático vacío, donde podía estar triste sin necesidad de exhibir esa tristeza ante los vecinos o de presentar una falsa apariencia de jovialidad ante su tía.
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