Martinete del rey sombra de Raúl Quinto
A fin de cuentas el gitano siempre es el otro, una cosa parecida a ti pero no más que un dibujo a una flor, los miras y son poco más que cascarones de hombres con un incendio dentro, con un vertedero y una biblia con las páginas tachadas. Un reflejo torcido en un espejo que hay que romper. Eso de ahí. Una maraña de espectros y harapos que gritan y hasta cantan, rodeados de ojos y armas, de miedo y excrementos. Y tú no. Ellos están dentro y tú estás fuera. Con eso baste para seguir tu camino. Déjalos ahí en la plaza. Animales abigarrados, con sus llantos de niños de teta y legañas, con su poca nada atravesándoles la boca y el pecho. Y esos ojos que huelen a ceniza.
|