El libro de la desobediencia de Rafael Courtoisie Beyhaut
Me quedó bien. Espero que el zopenco del Emperador no caiga en la cuenta, al menos de inmediato, de mi sarcasmo. Espero que no descubra que lo trato de idiota, de torpe al hablar, de injusto y risible en cada una de las palabras de cada uno de sus discursos, de errado y epiceno en cada uno de sus decretos, en cada orden que da a sus lacayos. Pero es tan soberbio, tan excesivo en su locuacidad babeante, que lo primero que pensará es que el poema festeja su laconismo, la medida precisa de lo que dice. |