De perlas y cicatrices de Pedro Lemebel
Y si no fuera el calor, y si fuera otra cosa que nos anda asorochando a las tres de la tarde con la cabeza abombada tratando de tirar unas ideas para hilar esta crónica, unas reflexiones novedosas sobre la urbe y esa fiebre pegajosa que hace del verano en la ciudad un horno irrespirable. Sobre todo si hay que pasar por el centro, bajarse justo en la estación Universidad de Chile del Metro. Treparse en esas escaleras de metal, donde sube y baja la marea apurada de gente que se mira de reojo cuando se cruzan cara a cara. Pero esa mirada no alcanza a ser un gesto de comunicación, apenas visualizar pañuelos que secan la frente y limpian maquillajes descorridos por la gota grasa del sudor, un ascensor de carne mojada en el trotar sofocante de la masa que evapora sus trámites y compras en la aglomeración del Paseo Ahumada. La calle restregón y pugna por salir del atolladero de cuerpos que se atajan, que se chocan, que se amasan calientes en el traqueteo nervioso del paseo público (pg 138).(A propósito del Paseo Ahumada, calle céntrica de Santiago)
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