Tengo miedo torero de
Pedro Lemebel
Nada es perfecto, se dijo cerrando la puerta, poniendo las flores en agua, abriendo todas las llaves para que ese repicar de cataratas soltara el nudo fluvial que se agolpaba en su pecho. Nada es ideal, insistió para sentir el vidriado calor de la pena humedeciéndole la mirada, descorriendo apenas la acuarela azul de las flores marchitas que esperaban el rocío amargo y teatrega de su llanto. Pero no pudo llorar, por más que trató de recordar canciones tristes y arpegios sentimentales, no podía desaguar el océano atormentado de su vida.