La metamorfosis infinita de Paul Pen
Al fin y al cabo, cinco personas vivas, las voces de esos cinco salvajes, pudieron repetir una y otra vez, reforzándolo con sus rostros y sus miradas vivas, el mensaje de que mi hija consintió lo que estaba ocurriendo. Pero la voz apagada de mi hija muerta, los ojos, la cara y las palabras sin pronunciar de los labios de un cadáver al que nadie pudo escuchar ya, jamás pudieron rebatirlo.
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