Últimos días en Berlín de Paloma Sánchez-Garnica
La calle estaba desierta y envuelta en un estremecedor silencio, como aún ocurría en muchos rincones de Berlín carentes de latido humano, ni coches, ni niños con sus juegos, ausente de la habitual cotidianeidad, como si le costase arrancarse la costra de la muerte.
|