El editor de Pablo Rivero
Goyo desvía la mirada hacia la nuca del conductor. Tiene la mosca detrás de la oreja. Lo que acaba de leer despierta un verdadero miedo en él. "La cabrona es realmente buena", piensa. Pero la leve sonrisa que se ha dibujado en su rostro se borra de un plumazo cuando, en el espejo retrovisor delantero, descubre que el conductor tiene la mirada clavada en él.
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