Un lugar llamado Antaño de Olga Tokarczuk
Junto con el agua, aparecían enseguida las impúdicas ranas, desnudas, repulsivas; se montaban constantemente unas sobre otras y copulaban con embrutecida obstinación. Al hacerlo, emitían unos sonidos inmundos. El diablo debía de tener una voz así: estridente como el croar, chapoteante, ronca de lujuria, temblorosa de deseo insatisfecho.
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