Los errantes de Olga Tokarczuk
Abril en la autopista, haces de sol rojo sobre el asfalto, el mundo aparece primorosamente cubierto por el glaseado de la lluvia recién caída: un pastel de Pascua. Es Viernes Santo, anochece, voy conduciendo por algún lugar entre Bélgica y Holanda, no sé exactamente en qué país estoy, pues la frontera se ha difuminado, por falta de uso, se ha borrado por completo. En la radio suena un réquiem. Al llegar al Benedictus, se enciende el alumbrado a lo largo de la autopista, como queriendo validar la involuntaria bendición que me transmite la radio.
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