A las ocho, en el Thyssen de Nieves Hidalgo
(…) El amor era otra cosa: lo que sentía cuando la miraba, cuando despertaba a su lado, cuando la veía dormir, cuando la escuchaba cantar en la ducha, cuando la veía cocinar… El amor era un dolor en el pecho si no estaba con ella, si la veía llorar. Y una dicha infinita si escuchaba sus risas, confirmándole que sería capaz de hacer cualquier cosa por ella.
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