Ódiame de día, ámame de noche de Nieves Hidalgo
Jason creyó haber recibido un mazazo en pleno tórax cuando llegó hasta él un olor que le era familiar: vainilla. No podía verle el rostro, el cabello y el color de los ojos, pero supo que era ella: su condenada esposa. La mujer que lo había tenido embelesado desde que la vio entrar en el salón, no era otra que ella. ¡Ya era mala suerte!
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