El Ángel Negro de Nieves Hidalgo
(…) Se dijo a sí mismo que aquella muñeca inglesa debía saber cómo se las gasta un caballero español. El problema para Miguel era que en su despiadado corazón se abría una fisura de ternura ante una dama inerme que lo desafiaba con tanta valentía. En su lugar, otra estaría llorando. Suplicando. Kelly, no. ¡Demonios! ¿Qué le pasaba? ¿Por qué seguía deseándola? |