El Ángel Negro de Nieves Hidalgo
La súbita sonrisa franca la desarmó. El rostro del español, siempre hosco, cambió de modo sorprendente. Kelly fue consciente una vez más, de su tremendo atractivo, y por su frente cruzó una tentación irracional de hundir los dedos en su oscuro cabello. Sus ojos quedaron prendidos en los suyos, lagunas verdes que, a pesar de todo, mantenían una profundidad de fiereza contenida. Presintió que aquel hombre podía acarrearle complicaciones. |