La cabeza del viajero de Nicholas Blake
La tormenta se acercaba de ese lado, del norte. Nubes azules aglomeradas, más oscuras que la noche, estaban acumuladas desordenadamente, unas sobre otras, en montones inseguros que parecía que un simple empujón de un relámpago las mandaría abajo. La noche contenía su respiración, luego la soltaba en un soplo repentino y caliente que agitaba el follaje del castaño. Detrás de las montañas de nubes, los fucilazos de los relámpagos iluminaban y sacudían el cielo, delineando los fantásticos declives, cerros y cumbres de las nubes tormentosas.
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