El país de las mariposas de Nerea Riesco
Mariana hubiera preferido no escuchar la oración de partida. Bastante se había impresionado ya con haber tenido que hacer testamento la víspera de la salida, según les había aconsejado su hermano, y con presenciar cómo fray Lorenzo se estuvo ocupando de la salud espiritual de los viajeros, absolviendo los pecados a ritmo vertiginoso mientras se inspeccionaba el galeón para que ni una sola imprudencia navegara con ellos hasta el Nuevo Mundo. Todas esa previsiones para salvar sus almas "por si acaso" le pusieron la carne de gallina.
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