La principal virtud de esta obra es su lenguaje, el cual nos envuelve en la España de finales del s. XIX, como por ej. Galdós: Cuando cojo la pluma me propongo levantar la bandera de la realidad frente al vano idealismo patriótico plagado de dislates. Estamos ante un Galdós inconforme en un Madrid voraz, "mezquina de juicio y de carácter, del todo extraviada", las anquilosadas costumbres, entre el libertinaje y el pudor, un amor que le consume. Las diferentes escenas están bien engarzadas, los diálogos paralelos funcionan, los personajes están bien definidos (y coinciden con los femeninos más relevantes de Galdós) y el amor incomprendido hace de motor del conflicto, que parece una versión de Doña Perfecta. Tenemos dramaturgo, Miguel Ángel Martínez, un autor a seguir. |