Iqbal Masih. Lágrimas, sorpresas y coraje de Miguel Griot
Necesitábamos una voz que todavía no alcanzábamos a articular. Una voz capaz de susurrar para remover lo más íntimo y digno de los niños. Una voz capaz también de tronar para remover el remordimiento y la vergüenza de quienes los esclavizaban. Jamás imaginé que iba a encontrar esa voz en el cuerpo de un niño de diez años de un pequeño pueblo en las afueras de Lahore. Más vale león pequeño que un saco de ratones.
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