La conspiración de Melengar de Michael Sullivan
Hadrian vio la oportunidad y aprovechó la ventaja. —Recuerda el frío que hacía en lo alto de la torre. Piensa en el frío que va a hacer dentro de pocos meses. Podrías pasar el invierno a salvo y caliente, comiendo bien y bebiendo tu vino favorito. Además, por supuesto —Hadrian se inclinó aun más hacia él—, está la nieve. Ya sabes lo mucho que odias la nieve. —Vale, vale. Recoge los trastos. Me reuniré contigo en el callejón. Hadrian sonrió. —Ya sabía yo que ahí dentro había un corazón en alguna parte. |