Mujer equivocada de Mercedes Rosende
Le cuento que esta semana y tal vez todo este mes estaré concentrada en mi trabajo como traductora, una ardua labor que demanda lo mejor de mí, conocimiento de ambas lenguas, sensibilidad, sentido artístico y entrega. El traductor, querida vecina, después de tener un primer contacto con el texto, se apropia de él y empieza a producir algo propio, que también es arte. El traductor enfrentado al texto se debate entre la letra y el espíritu, entre la fidelidad y la libertad, y en esa tenue línea está la creación. ¿Usted sabe algo del proceso creativo? Pues le diré que requiere silencio. Silencio, lo que a mí me falta porque sus tacos chocan contra la madera y producen ese sonido seco que me irrita, me pone nerviosa y me aleja millones de kilómetros del arte. Le pido encarecidamente que haga algo, que ponga alfombras, que se descalce, que levite para ir en busca de un vaso de agua a la heladera.
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