La chica de medianoche de Melissa Grey
—Es curioso. Normalmente se me da mejor quitar ropa que ponerla. El ruido que hizo Dorian solo podía describirse, pensó Ivy, como farfullar. Le subió por el cuello un rubor tan intenso que casi era escarlata, y que tiñó sus mejillas, increíblemente pálidas de un precioso carmesí. Ivy casi lo compadeció. Su piel blanca tenía tendencia a proclamar su bochorno con la misma claridad que la de Dorian. Entre el encendido rubor de este último, y los mechones de pelo blanco plateado que se le disparaban hacia todas partes, no era fácil creer que pudiera haber sido alguna vez temible. (…) —Estás muy mono cuando te sonrojas. |