El monje de Matthew G. Lewis
Un autor, sea bueno o malo, o ambas cosas, es un animal a quien todo el mundo cree tener derecho a atacar; pues, aunque no todos sean capaces de escribir libros, todo el mundo considérase capacitado para juzgarlos. Una mala composición lleva consigo su propio castigo: el desprecio y el ridículo. Una buena suscita envidia y acarrea a su autor muchísimas mortificaciones: se ve abrumado por críticas parciales y malhumoradas; uno critica la trama, otro el estilo, un tercero la moraleja que procura inculcar; y quienes no logran encontrar defectos al libro, dedícanse a estigmatizar a su autor.
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