Frankenstein o el moderno Prometeo de Mary Shelley
Ya era la una de la madrugada; la lluvia caía tristemente contra los cristales y mi vela estaba a punto de consumirse del todo cuando, a la débil luz de la llama medio extinguida, vi como se abrían los ojos amarillos y apagados de la criatura, como respiraba dificultosamente y agitaba convulsivamente los miembros.
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